En semanas pasadas hablamos de la importancia de poner nuestra confianza plena en Dios, pues reconocemos que Él sabe qué es lo que más nos conviene; conversamos sobre el valor de cada persona, pues Jesús murió por todos y cada uno de nosotros; compartimos también sobre nuestro propósito dentro del gran plan del Padre, y ahora veremos cómo, al aplicar estos principios, nos convertimos en personas agradecidas y generosas.
Cuando doy algo debe ser porque sale de mi corazón sincero, agradecido y transformado. Es importante saber que lo que das, sea un 10% o el valor que fuese, lo entregas sin esperar nada a cambio, pues eso ya no sería generosidad sino conveniencia.
La generosidad deja ver lo que hay en nuestro corazón, un corazón que se rebosa en agradecimiento por el sacrificio de Cristo, y mientras más entendamos y nos llenemos del amor infinito de Jesús, más generosos seremos.